El pasado fin de semana, no fue sorpresa cuando me llego la invitación del cumpleaños del pequeño Francisco Andres, cumplía 1 añito y ¡que felicidad!. Por cosas mías y nada personal no tenia ganas de asistir debido a que no me agradan que si muchos los bebes (aunque todos ven en mi un potencial padre). Llego la tarde y bueno Patricia (la mama del cumpleañero y también muy amiga mía), la tenia en la mente y es que a pesar de mi incomodidad por los bebes, asistí.
Al llegar a la fiesta, en seguida me di cuenta de lo hermoso que es ver a los padres con tal alegría, agasajos y con una sonrisa de oreja a oreja por la celebración del cumpleaños de su hijo. Y es que Francisco fue una "energía" que llego a ese hogar y alumbro a todos ¡claro! en la familia y porque no, en el vecindario también. Se regocijo de regalos que fueron tanto dados como recibidos con mucho cariño y alegorías.
De todo ese instante que transcurio en pocos minutos, saque lo maravilloso que es la infancia, y lo peor es que ni siquiera uno mismo se acuerda de ese momento tan recordado por toda la familia y vecinos, pero para uno, no fue nada. Al estar sentado junto a mi hermano, mi primo, y el tío del bebe, Francisco se llama al igual que el cumpleañero, (y es que en esa casa abundan los "Franciscos" como en la mía que abundan los "Manueles"), he entablado una conversación con Jose (mi hermano) y, los recuerdos fueron surgiendo por si solo, las palabras se daban al azar y el cerebro ya quedaba oxidado de tanto dar vueltas y vueltas para poder recordar algún momento de interés.
Opiniones, chistes, chismes, sugerencias y porque no algún comentario sobre la política actual, fue lo que compartí con mi hermano,y es que no solo nosotros eramos los únicos en hacer eso, todos alrededor hablaban de lo mismo. Y de otra cosa que no podíamos parar de hablar y es que sonaba en cualquier rincón de la casa, era la comida. Y es que ellos se caracterizan por dar demasiada comida, ¡Ya no podía mas! y mi hermano pedía otro estomago, porque a pesar de no querer mas nos provocaba agarrar esos tequeños o esas polvorosas que pasaban al frente de nosotros y por no tener un estomago enorme ( por lo menos yo) con el primer bocado ya estaba llenisimo.
Con lluvia y sin luz fue transcurriendo y terminando la celebración fue un festejo que disfrute y al final uno siempre quiere lo que al principio le disgusta, y en este caso fue el mio.
-... Ah! Y los tequeños que quedaron hasta ahora me los sigo comiendo en la casa de Patricia!
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